Los que participamos en esta actividad teníamos motivos particulares, mi amigo Popeye (alias Oscar Ortiz) celebraría en la cumbre del volcán Chingo su Trigésima Séptima (37°) cumbre guatemalteca, y con ello culminar varios años de montañismo (y ya planeando arrancar la segunda vuelta!!!), mi amigo Manuel Solano el de sumar volcanes guatemaltecos y agregando retos cada vez más grandes a su vida de montañista. En lo particular, a mi me resultó agradable el reencontrarme con la montaña luego de 6 meses de inactividad, ver a mis hermanos de montaña, especialmente a los expedicionarios de la edición 08-09 de los nevados mexicanos.
La aventura inicia en lugar de siempre: el lobby del hotel, nos vimos las caras al saber que nos iríamos en un bus pequeño, no tan cómodos como imaginábamos, pero contentos de volvernos a ver!! Solo un par conocía estos volcanes, así que eso nos dio más expectación acerca de la actividad.
Tomamos rumbo a la frontera con El Salvador por la carretera CA-1 (mal llamada carretera alsalvador) haciendo parada técnica en la cabecera departamental de Jutiapa. Llegamos a San Cristóbal Frontera alrededor de la 02:00 am, buscamos un lugar para estacionar y luego en búsqueda de una acera para descansar un poco. A las 5:30 am del sábado, Roberto comenta que es tiempo de retomar los lugares en el bus y tomar camino hacia la aldea Horcones, lugar donde inicia el ascenso hacia el volcán Víboras.
Llegamos a la aldea y justo a las 7:00 am iniciamos el ascenso, Roberto me dice: “cuanto querés que nos tardemos?”, mi mejor respuesta a esa hora de la mañana, sin haber dormido bien fue: “yo que sé!!... 50 minutos, digo”. Y empezamos a caminar por un callejón muy descuidado, y poco a poco nos iban rebasando los hombres de campo que se dirigían a sus labores de día sábado, casi todos ellos a caballo buscando ya las siembras.
Al poco tiempo nos topamos con campos de frijol, ya había gente trabajando la tierra, solo se limitaban a saludarnos. Enfilamos por un terreno más despejado y empezamos a aproximarnos a un cerro que eran las faldas propias del volcán, y después de una curva notamos la Laguna de Atescatempa, otrora formada por una porción de agua regular y ahora (debido a la mano del hombre) se muestra como 2 lagunas pequeñas.
De acuerdo con el “plan” de Roberto, alcanzamos la cumbre en poco más de 1 hora (él llego en 50 min.), el clima fresco, al fondo el volcán Chingo con su característica “ceja” (nube en el cráter), a nuestros pies las lagunas y más allá al norte el lago de Guija.
Un par de comentarios en la cumbre, las respectivas fotos y prepararnos para el descenso, ya que el clima se veía muy bien y queríamos avanzar para empezar cuanto antes el ascenso al volcán Chingo.
Nos aproximamos a la población de Contepeque, a los pies del volcán Chingo, y después de la revisión de equipo, Roberto dá la orden de avanzar, eran las 10:00 am del día sábado y había poco sol, una mañana agradable que invitaba al acercamiento con la naturaleza.
Justo al inicio, apareció Ulises, un joven (más bien niño) de la población, que amablemente se nos acercó e inició plática con algunos del grupo. Haciendo alarde de sus habilidades de caminar en el monte, nos acompañó todo el trayecto. Un sendero bien marcado, con una suave inclinación al principio que luego se elevó al paso de una hora.
Pues nos tardamos menos en realizar el primer reagrupamiento, solo media hora y ya era justo parar un momento para hidratarse, el calor de oriente ya hacía mella en nuestros cuerpos. Algunos habíamos subestimado al volcán y menospreciamos (de algún modo u otro) el que solo se alzara 1700 por sobre el nivel del mar. La intensa vegetación y los posibles anteriores aguaceros, provocan una atmósfera cargada de humedad, la cual, combinada con el calor hacían cada paso un poco más difícil de lo esperado.
Poco a poco se fue estirando la columna de montañista, hasta quedar rezagados en la retaguardia Popeye, Solano y su servidor, acompañados del guía de cierre, Oscar y nuestro ya amigo Ulises. Después de algunas paradas nos topamos con el verdadero desafío; cerca del mediodía vimos como el sendero se empinaba aún más, con una inclinación increíblemente difícil debido al cansancio y al calor de la hora. Pero no es nada más que un momento para poner a prueba nuestra capacidad. Un breve descanso y a tomar toda la fuerza para arremeter los últimos 300 o 400 metros que nos separaban del labio inferior del cráter, lo cual nos llevó un poco más de 30 minutos. La verdad que la vegetación le ayuda a uno para no darse cuenta en realidad de la inclinación.
Un último reagrupamiento y listo! Estábamos a menos de 10 minutos de nuestro lugar de campamento: el centro del cráter, el cual está lleno de árboles y vegetación similar a la vista durante todo el ascenso. El clima había sido de lo mejor, no había llovido, así que aprovechamos para buscar el lugar estratégico por donde no tuviéramos problemas con cauces de escorrentía provocados por la lluvia. Montamos campamento y nos dispusimos en círculo para almorzar algo y escuchar comentarios de todo tipo, desde apreciaciones del ascenso hasta el futuro del montañismo en Guatemala, claro, todo con el fin modesto de componer una vez más el mundo entero!
Al poco tiempo, nuestro amigo Ulises se despide, ya eran casi las 04:00 pm, así que decidimos dormir un rato, pero a eso de las 6:00 de la tarde, entre goterones de lluvia y la risa de la colocha me desperté para acomodar las cosas y empezar a presenciar el inicio de la lluvia, la cual, en un par de horas se convertiría en una verdadera tormenta. No hubo nada que lamentar, todas las carpas resistieron el aguacero y de acuerdo a muchos de nosotros, la mejor experiencia en la montaña: el escuchar la lluvia entre la copa de los árboles y colarse hasta el suelo, saber que únicamente nos separaba una delgada capa de material sintético entre lo rico del sueño y un verdadero baño celestial.
Después de haber dormido como bebés, nos levantamos a preparar nuestro desayuno con la consigna de alcanzar la cumbre lo antes posible, así que entre los cocineros designados: Villatoro y Popeye, a preparar el desayuno, huevos revueltos con jamón y lo que tuviéramos de beber. A levantar campamento y listos en búsqueda de la cumbre.
A pocos minutos de empezara a caminar nos topamos con el “mojón” de la frontera, nos tomamos algunas fotos y admiramos lo poco que se podía observar, puesto que una densa neblina ocultaba todo el espectáculo. Unos minutos más y seguimos por la parte Oriental del cráter (en terreno salvadoreño) hasta encontrar la cumbre, la parte más alta del volcán Chingo, ubicado a 1775 msnm. Nos sentamos a escuchar los comentarios de todos. En especial lo que tenía que decir nuestro hermano de montaña Popeye, quien como comenté anteriormente, alcanzaba sus 37 cumbres guatemaltecas. Roberto fue su padrino y en una singular ceremonia de “bautizo” se le reconoció su logro.
Fotos con el homenajeado y en la cumbre con todos los participantes, listos para iniciar el descenso, el cual lo logramos en hora y media. Ya habíamos dejado encargado nuestro almuerzo en el pueblo: el tradicional caldo de pollo, chile, tortilla recién salida del comal y horchata fresca!! Ahh, un lujo después de la faena.
Me hubiera gustado ver a más amigos en actividades como ésta, el sentimiento fue general: no es la conquista de la cumbre, es mucho más que eso; es la actividad física, la emoción de preparar tu mochila, es respirar el aire puro y sentir la naturaleza a tu alrededor, es sentir la lluvia que mece tus sueños, tocar la niebla... y sobre todo, disfrutar de la compañía de los mejores amigos que la vida te puede dar, tus hermanos de montaña.
Hasta la cumbre.
2 comentarios:
Gabriel... que fotos más lindas! Se ve que la pasaron muy bien...
Felicitaciones!!!!
Gracias!!
ya ves, dile a aquel que se apunte!! se la va a pasar muy bien con nosotros!
saludos
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